Médicos sin rumbo ético y moral cercenan misión humanitaria y manchan la labor de miles
Posted by Rissig Licha on 31 Jan 2010 at 12:53 pm | Tagged as: Blogs
MIAMI—Si bien antes de actuar es importante reflexionar sobre las consecuencias de las acciones próximas a acometerse no es menos elemental que antes de hablar se deben escoger las palabras a emplearse y considerar cómo éstas van a ser interpretadas por aquéllos a los que queremos comunicarlas. Esas son dos reglas básicas de sentido común que deben de servir de Norte de nuestro comportamiento. Dos reglas que, evidentemente, los médicos puertorriqueños que han sacudido a la opinión pública mundial por su insensatez y falta de la más elemental ética profesional en el tratamiento de las víctimas del seísmo de Puerto Príncipe. Pero hay una tercera que es aún peor y, aparentemente está a la raíz del por qué estos galenos actuaron de esa manera: la total ausencia de aculturación sobre lo que es ético y moral.
Eso quedó más que confirmado en una entrevista que el publicista de las fotos de la misión médica en la página de Facebook Salvemos a Haití, el doctor Rafael Ortiz Bouyette, le concediera a El Nuevo Día en la que señaló, “Yo quiero pedirle disculpas al pueblo de Puerto Rico y al mundo por lo que ha pasado. No verifiqué las fotos. Las pasé a la internet sin saber el efecto que eso podía tener y el daño que podían causar”, agregando que, “coloqué las fotos porque era un recuerdo y lo quería compartir con los demás médicos que fueron a la misión. Hicimos una linda amistad, eso es todo”.
Desgraciadamente, Bouyette el voyeur médico no aprendió lo que todo médico sabe: la toma de fotos o videos de operaciones o pacientes más allá de para utilización en investigaciones médicas está vedado por la necesidad de velar por la privacidad e intimidad de sus pacientes. Un terremoto, ni una misión de asistencia en socorro de los afectados en nada eliminan esa obligación profesional.
Tampoco tiene explicación el hecho de que para celebrar el éxito de una misión humanitaria posaran con armas que les prestaron efectivos militares de la República Dominicana en el poblado fronterizo de Jimaní y botellas alcohólicas como si hubieran concluido una exitosa cacería en las que las fotos de los desgraciadas víctimas del terremoto se convertían en trofeos de caza. No sabía hasta ver las fotos en cuestión que Rambo era médico, pero me quedó claro que estos médicos sin rumbo imponen sus propias reglas. Eso lo comprueba Vincent Bonilla, otro de los médicos que aparece en las fotos con una escopeta en mano, quien indicó que “Lo que se ve en las fotos es que estábamos celebrando el éxito de la misión, que todo salió bien y nos tomamos las fotos. Estábamos cansados y jubilosos”.
Además, Ortiz Bouyette señaló que las fotos se tomaron “en nuestro tiempo de ocio” y advirtió que “el problema fue que usamos las batas de médicos porque no podíamos llevar mucha ropa, pero no nos estábamos burlando de los haitianos”. ¡Gracias a Dios que no llegaron sus smokings! El problema es que tanto uno como el otro, no entienden que las misiones humanitarias son eso, para ayudar a los demás y no para destacar, subrayar y cacarearle al mundo lo bueno que son ni por qué es necesario posar con armas de fuego militares y envases de bebidas alcohólicas en celebración por la “gran obra humanitaria” que realizaron.
Desgraciadamente las actuaciones de estos médicos han empañado el trabajo anónimo y solidario de miles de cooperantes y auxiliadores, tanto puertorriqueños como de otros puntos del planeta que observando su apego a la ética, la moral y al juramento de Hipócrates que, para beneficio de los Rambos de la medicina moderna les recuerdo dos de sus más pertinentes versículos: 1) “A cualesquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos” y 2) “Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser públicos, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas”.
Muchos entienden que la reacción de censura contra estos médicos ha sido excesiva, que no merecen tantos señalamientos que, después de todo, estaban haciendo una labor humanitaria. A todos les recuerdos que desgraciadamente todo lo bueno que hicieron con una mano lo cercenaron, quizás con la misma segueta con la que se fotografiaron. Por ello, merecen nuestro repudio, nuestra censura y la más severa condena. Y nos exige hablar de ello pues como muy bien nos enseñara don Miguel de Unamuno, “A veces, el silencio es la peor mentira”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario